martes, 25 de diciembre de 2007

Hasta que'l cuerpo aguante

Cada fin de semana miles de jóvenes salimos de farra en todo el país. Cada fin de semana cientos de jóvenes acaban su fiesta en Urgencias. El resto oscilamos entre los abstemios -¿de verdad queda alguno?- y los muy perjudicados.

¿Por qué? ¿Qué se le pasa por la cabeza a esa niña de apenas catorce años que va meneándose de un lado a otro del local, con unos precoces tacones que no sabe utilizar y unos labios llenos de un carmín que no le corresponde? El consumo responsable de alcohol parece que no cala entre la juventud, a pesar de que comenzamos a beber más o menos a los trece y pico, catorce años. Más familiarización con el alcohol resulta casi imposible. ¿Por qué sigue sucediendo esto?

Un cubata, dos cacharros, tres copas. Llamémoslo equis. El límite está bien claro. El puntín, estar contentillo, estar alegre. Llamémoslo equis. Parece que la euforia colectiva del ¡otra más!, ¡por los amigos! nos arrastra, nos subyuga, nos aturde. ¿No será cosa de la jodida realidad?

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