lunes, 31 de diciembre de 2007

Recuerdos

Nuestro mayor mérito es la más grande de las indiferencias hacia el día de hoy, que, como otro cualquiera, viene a recordarnos una vez más el cinismo y la estupidez que reinan por doquier en nuestra sociedad. Así que sin más mención que lo dicho, pasemos a hablar de lo que realmente importa. Por un día, abandonemos la bilis que nos corroe por dentro, y juguemos con una estrategia diferente.


Llegó. Inevitablemente. Sólo quería disfrutar de mi mismo. No mirar atrás. No recordar. Todo tipo de pensamientos golpearon mi memoria. Pude sentir que el día había llegado. ¡Definitivamente! El gran día había llegado.

Sonreí mientras recogía cada papel de mi vieja habitación y lentamente los colocaba en un gran montón en la bañera. Quería quemarlo todo. – ¡Hasta nunca, pasado! –dije. El teléfono comenzó a sonar y volví en mí. Debía abandonar la habitación a las ocho, así que me apresuré a terminar de empaquetar mis cosas. No quedaba mucho más por hacer. Estaba listo para partir.

Contaminación. Odio la contaminación. Me envolvió tras cruzar la puerta principal del hotel. No tenía adonde ir, así que caminé calle abajo. Era domingo, creo. La calle estaba llena de gente. En sus caras, ojos fríos, vacíos. Todo el mundo parecía estar deprimido. –Quizá porque es otoño –pensé-. A nadie le gusta el otoño.

La lluvia no tardó en aparecer. Cientos de paraguas inundaron la escena. El paisaje resultó tan desolador que me resguardé en una estación de metro.

Una vez dentro, un mendigo se acercó a mí. –Pobre-. Miré a ver si tenía algo en mi cartera pero no tenía suelto. Él me miró con comprensión, incluso interés. Le pedí que esperara allí. Corrí al quiosco más cercano para comprar algo y cambiar mi billete de veinte libras. Cuando volví ya se había ido. –Debí haberle dado el billete de veinte libras –me reproché a mí mismo-.

Algo turbado tomé asiento en una cafetería. Pedí un café con leche y hojeé el periódico durante un rato. Extrañamente había demasiada calma a mi alrededor. Algo iba mal. Levanté la vista y el local estaba desierto. Salí. La estación, vacía. Eché a correr hacia la entrada del metro.

No estaba asustado, era un hombre nuevo.

Alcancé el exterior. Sin pensarlo mucho entré en la recepción del primer hostal que encontré. Pedí una habitación para esa noche y me subí al ascensor. La habitación se encontraba al final del pasillo. La cerradura emitió un chasquido. Entré. A primera vista no había nada extraño.

Antes de nada me tumbé en la cama a descansar un rato. No sé cuanto tiempo dormí, pero al levantarme era ya de noche. En esta confusa percepción del tiempo que se había convertido el gran día decidí asomarme al balcón. La enorme ciudad se extendía ante mí. Cientos de miles de texturas se entretejían formando un fabuloso manto multicolor; diversas formas, contornos, alturas. Todo encajaba en el aceptable orden de las cosas. No reflejaba en absoluto belleza, ni armonía.

Antes de salir a cenar algo, quise tomar una ducha. Me sentía sucio –quizá la contaminación –pensé-. Al entrar en el baño, me invadió la familiaridad. Contuve el aliento. Miré hacia un lado. Allí estaba la bañera. Estaba llena de cosas. Todas mis cosas sin quemar. En lo alto del montón, había un billete de veinte libras.

Suspiré…

viernes, 28 de diciembre de 2007

Documento 3

Documento 3, sin noticias. Alegría, trabajo, felicidad, preocupaciones; amor y deseo. El soneto de la vida en rima asonante machacado día tras día. Ritmos, encabalgamientos y sinalefas; el frenesí, altos y bajos, perfecta armonía. ¿Libertad? Temida, imposible para el esclavo de la realidad, de las condiciones humanas. De todas formas no todo lo temido es ciertamente digno de ello. Más de una cosa y de dos son causa de una anterior, avocada al ensanchamiento por la pasividad y la inercia natural de los objetos.

La verdadera felicidad se consigue tras la liberación (de nuevo esta palabra, tiemblo) de las preocupaciones. ¿Un hombre despreocupado es un hombre feliz?

jueves, 27 de diciembre de 2007

“No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”

Porque dejó el Norte en busca de su sueño. Porque odiaba Madrid. Porque sabe lo que es estar lejos de casa. Porque sintió lo que es dejar una vida atrás. Porque tuvo que empezar de cero. Porque tiene valor para hacerlo. Porque sabe que cambiar no es malo. Porque cree que la vida no es ni blanca ni negra, sino gris. Porque sabe que lo “perfecto” no existe. Porque odia lo “perfecto”. Porque sabe lo que es sentirse solo. Porque está obsesionado con el efecto mariposa. Porque no le importa llorar. Porque ÉL también piensa que las personas temen más el tener la razón que el equivocarse. Porque quiere vivir el presente. Porque vive como si el mañana no existiese. Porque es una de las “pocas personas con dos dedos de frente”. Porque lucha por lo que quiere. Porque no deja que pisoteen sus opiniones. Porque verdaderamente sufre ante las injusticias. Porque habla como nos gustaría hablar a todos. Porque no se conforma. Porque es un revolucionario. Porque es natural. Porque es sincero. Porque deja que lo ayuden. Porque sabe aceptar lo que es. Porque “es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio”. Porque es un soñador. Porque odia los límites. Porque quiere aprender. Porque sabe enseñar. Porque ÉL también tiene sus defectos. Porque el tenerlos lo hace único. Porque es capaz de valorar tanto lo bueno como lo malo de una persona. Porque convierte “tópicos” en realidades. Porque ayuda sin pedir nada a cambio. Porque escucha. Porque solamente dice las palabras necesarias. Porque siempre tiene la frase perfecta. Porque no solo escucha lo que dices, si no que entiende su significado. Porque sabe que la amistad verdadera es difícil de encontrar. Porque es un buen amigo y mejor persona. Porque tenemos la suerte de ser sus amigos. Porque deposita su confianza en las personas. Porque siempre sabe como arrancar una sonrisa. Porque su mirada si que “habla”. Porque convierte la “ciudad gris” en un lugar brillante. Porque no piensa que “the world is a beautiful place, with mountains, lakes, and the human race”. Porque merece ser reconocido. Porque todos sabemos que es especial aunque no quiera creernos. Porque todo lo bueno que se puede decir sobre él es poco. Porque sabemos que logrará lo que se proponga. Porque vive la música. Porque es un payaso. Porque le gusta escribir y lo hace de maravilla. Porque forma parte de los “descompuestos”. Porque consigue hacer rabiar a Karmeliya. Porque tenemos “telekinesia”:p . Porque le gusta Incubus :D Porque le gustan los sugus de piña y los caramelos de naranja. Porque me ha ayudado a descubrirme y a valorarme. Porque despierta mi parte revolucionaria. Porque consigue hacerme sentir útil. Porque me ha ayudado a ser fuerte. Porque aún queda mucho por decir de ÉL. Porque es “stellar”. Porque es ÉL. Porque es único. Porque es mi amigo. Porque es DIEGO.


“ El principito se fue a ver nuevamente las rosas.
- No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún - les dijo-. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Y las rosas se sintieron molestas.
- Sois bellas, pero estáis vacías -continuó-. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que ella es la rosa que he regado. Puesto que es ella la rosa que puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa que abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a la que escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Porque ella es mi rosa.”

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Oscura noche

El cambio había llegado inexorable hacía tiempo. Sin embargo cada día me enfrentaba a él como la primera vez.

El reloj. Tic, tac, tic, tac… Acurrucado en un extremo de la cama pasaban los minutos. No conseguía dormir. En la oscuridad, jugaba a distinguir los objetos que había en la habitación. Aquí y allá aparecía la silueta de un libro, un peluche, un abrigo.

A escasa distancia, la respiración acompasada de mi hermano resultaba tranquilizadora. Giré levemente la cabeza para ver la hora: las tres y cuarto. -Debería ir pensando en dormir de una vez-, me dije. Intenté concentrarme en ello. Sin embargo, al poco, sentía la inevitable tentación de abrir los ojos y comprobar que todo seguía en su sitio. Para ello necesitaba un par de minutos, hasta que la vista se acostumbraba a la oscuridad.

Las cuatro. Tic, tac. Me detuve a escuchar el soniquete del reloj, consciente del sueño que arrastraría al día siguiente. Un ruido me sobresaltó. Asustado, escondí la cabeza bajo la manta hasta que estuve seguro de que podía asomarme de nuevo. Creí atisbar una luz a través del resquicio de la puerta, pero enseguida se desvaneció.

A las doscientas cuarenta ovejas desistí. Era inútil. Intenté recordar los títulos de los libros de la estantería sobre mi cabeza, pero no pasé del Momo de Michael Ende. Mientras tanto, el reloj seguía impasible. Tic, tac, tic, tac. Las cinco.

La angustia empezaba a consumirme y yo no sabía que hacer. ¿Levantarme? ¿Leer? Imposible, mi hermano no debía enterarse, nadie debía hacerlo. Tenía que dormir a cualquier precio, pero el simple hecho de pensarlo...

Concentración. ¿Cuánto tiempo aguantaría en este estado? La cama de al lado chirrió suavemente. Se está levantando- pensé. En efecto, al rato escuché la puerta de la habitación abrirse. Mi fingido sueño había resultado. Respiré con alivio al contemplar la luz del pasillo, clara, tan brillante que hacía daño a la vista, llenar la habitación.

En ese momento cerré los ojos complacido. Ya nada debía temer. Mientras tanto el reloj continuó su monótono cantar, tic, tac, tic, tac.

martes, 25 de diciembre de 2007

Hasta que'l cuerpo aguante

Cada fin de semana miles de jóvenes salimos de farra en todo el país. Cada fin de semana cientos de jóvenes acaban su fiesta en Urgencias. El resto oscilamos entre los abstemios -¿de verdad queda alguno?- y los muy perjudicados.

¿Por qué? ¿Qué se le pasa por la cabeza a esa niña de apenas catorce años que va meneándose de un lado a otro del local, con unos precoces tacones que no sabe utilizar y unos labios llenos de un carmín que no le corresponde? El consumo responsable de alcohol parece que no cala entre la juventud, a pesar de que comenzamos a beber más o menos a los trece y pico, catorce años. Más familiarización con el alcohol resulta casi imposible. ¿Por qué sigue sucediendo esto?

Un cubata, dos cacharros, tres copas. Llamémoslo equis. El límite está bien claro. El puntín, estar contentillo, estar alegre. Llamémoslo equis. Parece que la euforia colectiva del ¡otra más!, ¡por los amigos! nos arrastra, nos subyuga, nos aturde. ¿No será cosa de la jodida realidad?

Feliz Navipeich

Su majestad el creador del blog y yo, que somos la misma persona, deseamos fervientemente que hayáis tenido una feliz Nochemierda. Esperamos con toda nuestra ansia que se os haya atragantado ese turrón barato que comprasteis justo ayer, a la carrera, mientras os filmaban las cámaras de Antena 3, ávidas de emotivas declaraciones -cuanto más ignorantes e imbéciles: mejor-. Seguramente os pareció que estaba un poco duro, pero no os preocupéis que por muchos años que pasen no caduca, eso lo saben bien los del Corte Inglés. Ayer, en ese dulce y feliz día, habréis meado Freixenet de lo contentos que estabais por ser tan jodidamente falsos y por haber quedado tan bien en la cena. Fue todo tan perfecto, tan maravilloso, tan precioso, tan hermoso… que jamás lo olvidareis. Cuánta alegría, cuánta felicidad… Esperamos que tuvierais cuidado al caminar o dar saltitos de satisfacción, podríais haber aplastado los caramelitos de fresa remojados en azúcar que correteaban por el suelo.

Vosotros. Sí. Vosotros. Nos merecéis nuestra más profunda indiferencia. Porque más de una vez oímos de inteligentes labios que lo contrario del amor no es el odio…