jueves, 3 de julio de 2008

Para reflexionar hay que existir...

Escucho esta frase…

“Es un error creer que la felicidad solo nos la puede proporcionar las relaciones humanas”

Le doy la razón. Me auto compadezco. Quiero iniciar un cambio.

Escucho otra frase que proviene del mismo personaje…

“La felicidad solo es real cuando se comparte”

No sé en que dirección del camino estoy. Busco la unión entre ambas afirmaciones.

Decido finalmente que hoy soy una relación humana, una persona que vive a través de otras personas. Hoy no puedo encontrar esa unión, porque no sé dónde me encuentro.

martes, 1 de julio de 2008

Ausencia

Perdía hasta los más nobles propósitos. Era incapaz de continuar nada, de sentirse ilusionado por cosa alguna. Una tras otra, las nuevas y esperanzadoras empresas a las que con tanto ánimo se unía iban perdiendo interés. –Algo nuevo, necesito algo nuevo –se decía. No se daba cuenta o quizá sí de que llevaba haciendo lo mismo desde hacía demasiado tiempo. Desasosegado, entre un abandono y un nuevo comienzo se encontraba abatido, desilusionado, sin ganas de vivir, sin ganas de hacer nada. –Ah, que el mundo me lleve, bien poco me importa-. De repente, al poco tiempo… ¡sorpresa! Un descubrimiento, una revelación, lo que fuera, le hacía entrar en vereda. Entonces cambiaba, una sonrisa en el rostro acompañaba cada paso, cada intento, cada momento de febril y ensoñadora fascinación por su nueva aventura. Un fracaso, un pequeño desliz eran estimulantes. Le gustaba la adversidad, disfrutaba haciéndole frente cada vez que se presentaba la ocasión. Sin embargo, le gustaba tan poco triunfar como fracasar. El triunfo no estaba hecho para él, siempre buscaba un cómodo segundo o tercer puesto, algo sencillo pero con honor. Después de algún tiempo el interés comenzaba a decrecer. Los maravillosos planes que se había hecho, que había elaborado hasta el más mínimo detalle de pronto no tenían sentido. -¿Para qué?-. Todo le aburría mortalmente. Lo abandonaba.

Sin embargo, al tiempo de darse cuenta de su conducta, trató de cambiarla, de mantener la ilusión. Tras varios intentos, desistió, y cambió su estrategia. Ahora estaba dispuesto a estudiarla, pero no detenidamente: por etapas, sin orden lógico, en pequeñas reflexiones que le ayudaran a comprenderse. En uno de esos pensamientos una idea destacó. Si comparaba los distintos procesos de su corta existencia llegaba a la conclusión de que tarde o temprano, en casi todas las ocasiones, volvía a retomar aquello que había abandonado con idéntica ilusión, quizá recordando aquellos buenos momentos que le brindó hacía algún tiempo, y esperando recobrarlos en la medida de lo posible. Antes de que lo inevitable ocurriera de nuevo.

Esa es la razón.